Que la sagrada familia nos ayude en todo el camino que el
Niño Jesús nos tenga preparado, y que todo vuestro trabajo os haga crecer en el
amor, y sobre todo lo transmitáis a las personas que pasen por vuestro
convento, y sobre todo, sobre las personas que más lo necesiten (Carta a Sor Esperanza Martín de 3
de enero de 2005).
Víctor experimentó la presencia de la Sagrada Familia a los
dos años cuando ya le daban por muerto y se le presentaron Jesús, María y José
y la Virgen le tomó de la mano y le devolvió la vida. Y Víctor estaba
convencido de que la Sagrada Familia también estaría presente en el momento de
su muerte para llevarle al cielo.
Cuántas veces meditaría en el comportamiento de los miembros de la Sagrada Familia cumpliendo cada uno su función y que la felicidad del hogar depende fundamentalmente del amor entre sus miembros: Amor de los esposos entre si, amor de los padres a los hijos y amor de los hijos a sus padres, y que este amor entre todos sus miembros se dio en plenitud en la Sagrada Familia.
José y María se amaron con un amor entrañable en su matrimonio preparado por
Dios expresamente para acoger a su Hijo. La razón de ese matrimonio fue para
que Jesús naciera en un hogar y gozara del cariño y la protección de unos padres.
De lo poco se dice en los evangelios de la Infancia de Jesús, se resalta que María
y José amaron y protegieron a Jesús, y que Jesús, a pesar de ser Dios, en todo
se sometió a sus padres y les amó y obedeció.
Como todo hombre, Jesús también ha vivido en el seno de una
familia. Ello nos da pie para iluminar, con sus actitudes, los caminos de la
familia cristiana. Jesús, como hijo, es cariñoso, sumiso y obediente. Sus
padres, ante el misterio de Jesús, Dios y hombre en su hogar, le amaron, le
protegieron y le educaron, y, cuando no entendían, trataban de comprenderlo,
guardándolo en su corazón.
Buen modelo para todas las familias cristianas, en las que el
AMOR, debe convertirse en el vínculo de unidad entre sus miembros.
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