Víctor limpiando el patio de su vivienda en Velillas del Duque. |
“Puedo
decirte que tengo gran experiencia y la gracia de orar aunque esté trabajando.
(Carta a una religiosa Agustina)
¿Es
posible, como dice Víctor, compaginar el trabajo con la oración? José María
Cabodevilla en su obra “Señora nuestra”, tiene unas palabras que nos
explican la posibilidad de convertir el trabajo en oración: “Todo es
trabajo. Y todo ha de ser oración. A una persona que se lamentaba de
no poder tender a la perfección por el agobio de los negocios temporales, Santa
Catalina le respondió: “Sois vos el que los hacéis temporales”. Las cosas
temporales son temporales porque las sustraemos nosotros su referencia a la
eternidad, porque destruimos la virtualidad que tienen para remontarnos a la
esfera de lo espiritual y eterno. Sólo explotando esta calidad divina de
los asuntos temporales, únicamente haciendo las cosas de Marta con el corazón
de María es posible vivir con Dios y orar veinticuatro horas diarias”.
“Mi
Padre sigue trabajando y Yo también trabajo” (Jn 5, 17). Durante su
larga vida privada en Nazaret, Jesús practicó el oficio de carpintero hasta el
punto de conocerle como el hijo del carpintero, e incluso como el carpintero. María
fue la esposa del carpintero y madre de otro carpintero, y los tres, Jesús
María y José, trabajaron a lo largo de su vida. Pero, ¿dónde tenían su mente y
su corazón mientras realizaban las obras más humildes y sencillas?
Víctor encendiendo la lumbre de la gloria en su casa. |
Víctor
contaba además con el ejemplo de Santa Teresa la madre de los carmelitas,
activa como pocas, pero siempre con la mente en el Amado, por lo que dice: “El
verdadero amante en toda parte ama y siempre se acuerda del Amado. ¡Recia cosa
sería que sólo en los rincones pudiese traer oración!” (F. 5, 16). Y añade:
“Cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended
que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en
lo interior y exterior” (F 5, 8).
Así
lo hizo Víctor aun cuando trabajaba en la Embotelladora de Pepsi-Cola que requería
gran concentración para no romper la cadena. Supo convertir lo que para la
mayoría era una simple rutina, en una permanente plegaria, recitando Ave María
cada botella que embotellaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario