miércoles, 25 de marzo de 2020

Florecillas. Se muere cuando Dios quiere.


 Víctor muy enfermo acompañado por sus nietos Rebeca y Carlos.

Hace cuatro años me dijeron que si no me operaba que tenía poco tiempo de vida; le contesté al cardiólogo que no me preocupaba el vivir más o menos, así que no me operaba. La verdad es que estos dos últimos años me encuentro mejor que hace diez. Está demostrado que no se muere uno hasta que Dios no lo quiere.

Parece que a Víctor, debido al esfuerzo de las horas extra en la fábrica, le daban frecuentes taquicardias. Por si en algún momento la taquicardia fuera tan fuerte que pudiera necesitar atención médica, llevaba en su cartera una nota con el nombre y teléfono de su hermano José Francisco para que le avisasen a él en vez de llamar a su esposa, para evitarla un gran disgusto. De vez en cuando también le daban taquicardias estando en el hogar, y en ese caso era su esposa Asunción la que procuraba que sus hijas no se enterasen.

Epitafio que Victor escribió acerca de su sepultura.

Pero en 1986, cuando tenía 61 años ya no se pudieron encubrir, porque en el reconocimiento médico se le descubrió: “Cardiopatía isquémica y Taquicardia parosística supraventricular”, se le aconsejaba evitar “esfuerzos mayores que moderados y concluía diciendo: “Dada la situación clínica, sería aconsejable solicitar la incapacidad laboral”.

El doctor le aconsejó operarse, pues de no hacerlo, sus días estaban contados. Y ya ven con que paz y serenidad le respondió que, como no le preocupaba lo más mínimo morir, no se operaba, que se cumpliese la voluntad de Dios.

El testimonio de Daniel Colorado es contundente: “A causa de los grandes esfuerzos físicos que realizaba en el trabajo, Víctor contrajo una enfermedad grave en el corazón. Entonces fue al médico del corazón y este, después de reconocerle le dijo que tenía que operarse, pues todos los que estaban como él, según las estadísticas, no solían vivir más de un año. Él dijo que él no se operaba. Que fuera lo que Dios quisiera. Por aquel entonces tendría 62 años y murió a los 87 años. Es decir, que el médico le dio de vida un año y Dios se la dio 25 años más”. Así se cumplió lo Víctor dice: “No se muere uno hasta que Dios no lo quiere”.



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