Después
del testimonio de su esposa Asunción, los más cercanos son los que nos han
transmitido tres de sus hijas: Teresa Margarita (Tere), Begoña y Eva.
Comenzamos con el de Teresa Margarita (Tere), la mayor de las tres y la única
que ha formado una familia y hoy presume ya de ser abuela de dos nietos.
Mi
padre, Víctor Rodríguez, siempre tuvo que luchar con situaciones dolorosas,
familiares, económicas, de trabajo de cualquier índole, pero nunca le vi
abatido, y sobre todo, en esos momentos no se quejaba, no mostraba sus
sufrimientos.
Sólo
puedo decir que hubo un antes y un después de la conversión de mi padre,
cosa que comprendo, pues a mí me ha pasado lo mismo, no a su nivel, claro está,
¡qué más quisiera yo!, pero para todos es lo mismo, aunque ocurra de distinta
manera. No es lo mismo seguir las normas cristianas por tradición, que
encontrarse con el Señor y vivir de otra manera.
Mi
padre fue la segunda persona que supo lo que yo estaba sufriendo, la primera
fue mi hermana Eva (Carmelita Descalza) y ella fue la que se lo dijo, porque yo
lo quise así. Desde ese momento siempre tuve su consuelo, su apoyo y aliento.
Me
acuerdo que a veces adelantaba citas médicas o se las inventaba para venir a
verme y saber qué tal seguía, pues mis padres vivían en un pueblo de Palencia y
yo en Madrid, y él tenía que venir a hacerse pruebas médicas por su enfermedad
de corazón.
Por
cierto, siempre le oí decir que daba gracias a Dios por su enfermedad y yo
pensaba: “¿Será tonto? ¿Cómo se puede dar gracias por algo así? Hoy no
necesito que me lo expliquen. El Señor regía su vida y él se ofrecía
totalmente.
Cuando
supo por mí, que estaba embarazada de mi última hija, con la situación tan
difícil que tenía en mi matrimonio, me dijo: No te preocupes, es una gran
alegría una nueva vida. Nosotros te ayudaremos. Y así fue. Fue un gran
consuelo para mí oír estas palabras de mi padre y saber que no estaba sola, con
todo lo que me venía encima.
No
sé por qué, pero el Señor me ha elegido para darles a mis padres noticias de la
familia siempre muy dolorosas, y yo procuraba que fuese mi padre el que las
recibiera primero, ya que sabía que él se lo tomaría de otra manera, con
sosiego y recapacitando lo que podía hacer. Ahora sé que iba a rezar y se
ponía en manos del Señor. Por ejemplo me tocó darle la noticia de la
enfermedad de mi hermano Luis, ya que yo fui la primera que lo supe, pues fui
al médico con él… Pero también quiso el Señor que pudiera recompensarles con
alguna alegría, como fue anunciarles la entrada en el Carmelo de su nieta
mayor, mi hija Raquel, de la que él es padrino de bautismo.
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