Como
hemos mencionado varias veces, el lugar más visitado por Víctor y su familia en
vacaciones, fue la localidad gallega de Sabarís (Pontevedra). Allí tuvieron
lugar varias anécdotas o florecillas, como la que hoy les recordamos.
Está
relacionada con el apellido de su Esposa, Asunción “Merino”, que por
tanto es el segundo apellido de sus propios hijos. De ahí que los hijos de
Víctor son, Rodríguez Merino. Pero la palabra “Merino” está
íntimamente relacionado con la palabra “merinas”, que es la clase de
ovejas más famosa de España. Durante siglos fue una de las principales riquezas
del país por ser la oveja que más y mejor lana produce. Las ovejas merinas
fueron tan abundantes y populares, que en España, más que de ovejas se hablaba
de “merinas”.
El
poderoso Concejo de la Mesta ostentó durante siglos el monopolio de su
explotación hasta el siglo XVIII, en que el rey Felipe V de España, regaló
varias parejas de merinas a Luis XIV rey de Francia. Hasta esa fecha era delito
grave sacar esta raza fuera de España. De esa manera mantuvo el monopolio de la
exportación de su cotizada lana al resto de Europa. Constituyeron la base de
riqueza especialmente de Castilla durante siglos por su lana, base de comercio
por ser la materia prima fundamental de los tejidos.
Rebaño de ovejas merinas |
Pues
bien, entre la casa que alquilaban y la playa Ladeira, una de las más famosas
de la ría de Vigo a la que iban a bañarse en familia, había unos descampados
llenos de hierba en los que casi todos los días se encontraban con un pequeño
rebaño de ovejas.
Víctor,
con sentido del humor, al encontrarse con ellas decía a sus hijos: “Mirad.
Ahí se encuentran vuestras parientes. Saludadlas. Son vuestras parientes, pero
no las mías ni las de Raquel y Carlos” (los dos nietos que habían
nacido por entonces y que siempre se llevaban con ellos de vacaciones).
Playa Ladeira en Sabarís. |
Ante
la invitación de Víctor, uno de sus hijos, llamado Miguel, que tenía el don de imitar
muy bien su balido, le faltaba tiempo para detenerse y gritar con fuerza: Beee.
Beee. Beee. Y sus parientes, al sentirse interpeladas, dejaban de pastar,
levantaban la cabeza y respondían agradecidas con sus prolongados Beeeeee al
unísono.
Como
la escena resultaba francamente simpática, la repetían día tras día y
disfrutaban de ese breve encuentro con sus parientes. No sabemos que
comentarios harían los bañistas que se dirigían a la playa, ajenos a estos
parentescos, al presenciar la escena. Seguro que también les caería en gracia
ver a unos niños y jóvenes dialogando con las ovejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario