sábado, 29 de noviembre de 2025

Habla Víctor Carta 4 a religiosa agustina (VII)

Monasterio de agustinas recoletas de la Purísima Concepción
en Pamplona.



Te manifiesto que por mi parte, cuanto más lucho en este canino, más imperfecto me veo.  El amor a Dios no puede tener límite, ya que Él es ilimitado. Pero repito: no es el que se siente, sino el que se lucha por tener: el primero no está en nuestras manos, el segundo sí, porque es amor de voluntad, este empieza en el alma y termina en Dios y da mucho fruto en la Iglesia. El sensible, empieza en el alma y termina en ella”.


Efectivamente, el amor que podamos tener a Dios en esta vida, por muy grande que sea, siempre puede crecer hasta el momento de nuestra muerte. Pero lo que llama la atención es lo que dice del amor sensible y del amor de voluntad. Para hacer estas afirmaciones, se basa, en doctrina de San Juan de la Cruz, que en Subida del Monte Carmelo. Libro 2, capítulo 22, nº, 19, da este consejo a los directores espirituales:


Encamínenlas en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos de todas aquellas cosas, y dándoles doctrina en cómo han de desnudar el apetito y el espíritu de ellas para ir adelante, y dándoles a entender cómo es más preciosa delante de Dios una obra o acto de voluntad hecho en caridad, que cuantas visiones y revelaciones y comunicaciones puedan tener del cielo, pues estas ni son mérito ni demérito; y cómo muchas almas, no teniendo cosas de estas, están sin comparación mucho más adelante que otras que tienen muchas”.





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