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| Real Monasterio de la Encarnación de Madrid de Agustina Recoletas. |
Alabado Jesucristo: Con
alegría y satisfacción recibí tu extensa carta, que más parece una epístola.
Como me pides que te conteste una vez estudiada, lo hago con mi buena voluntad,
por si te sirve de algo.
Esa oscuridad e impotencia
que tuviste, pertenece a la noche de la fe. Esta prueba puede ser tan
prolongada y fuerte, cuanto Dios quiera elevar tu alma. Deber ser tal, que
penetre en el interior del alma en sufrimiento continuo. En esa situación, ésta
se considera que está abandonada de Dios; nada más lejos de la realidad, es una
purificación pasiva que hace crecer secretamente en amor unitivo, fin único a
seguir. Puede durar largas temporadas, años, e incluso toda la vida, incluso puede poner
Dios al alma en tentación de fe; esta se la puede llamar noche tenebrosa del
espíritu.
Pocos directores espirituales
podrían dar consejos tan acertados a la situación que le presenta esta
religiosa agustina. Si víctor lo hace con tanta seguridad y claridad, es porque
conoce muy bien la Noche oscura pasiva de la que habla San Juan de la Cruz y
porque ha pasado por esa terrible prueba en su vida. Basten estas palabras de
Víctor sobre su experiencia:
“El Espíritu Santo de la
mano me tomaba y todas mis miserias me mostraba. Tan miserable me vi, que solo
llanto de dolor tenía, que si esto no tuviera, peor lo pasara. Aunque más duro
fue, cuando me llegaron tentaciones contra la fe. Todo perdido lo veía, nada
del mundo apetecía, y lo que verdaderamente amaba, se me escondía. Era este
estado verdaderamente penoso. De una a otra parte me trasladaba, en todas,
triste y desolado me encontraba, para pronto terminar a los pies del Sagrario.
Allí llorando me consolaba”.
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