sábado, 8 de mayo de 2021

Habla Víctor. Oración Contemplativa (VII).

Orante alabando y glorificando al Señor.


Incluso en este estado quedan afectadas las potencias del alma: La memoria se pierde, sin poder tener raciocinio ni imaginación, el entendimiento deja de entender humanamente, y en principio queda vacío, como tierra de nadie, y la voluntad queda tan vacía y seca, como si no la tuviera. Esta situación se prolonga en unos más tiempo que en otros. Causas: según donde Dios la quiere llevar y los graves pecados que tengan que purificar; de todas formas es largo. Solamente las lágrimas de dolor, antes citadas, dan algún desahogo. Como digo, en esta situación, ni se puede meditar, ni contemplar, ni siquiera hacer oración vocal, forzadamente se consigue pronunciar interiormente alguna jaculatoria.

¡Dichosas las almas que pasan por este estado sin dar marcha atrás! Aun en este estado Dios lleva a cada alma por derroteros distintos, porque solo Él las conoce y dirige, si ellas no se oponen.

 

Unas palabras de San Juan de la Cruz pueden ayudarnos a comprender lo que aquí dice Víctor: “En oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en aflicción y angustia de la memoria, dejándome a oscuras y en pura fe, la cual es noche oscura para las dichas potencias naturales, sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de amor de Dios, salí de mi misma, esto es, de mi modo de entender, y de mi flaca suerte de amar, y de mi escasa y pobre manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.

 

Lo cual fue grande dicha y buena ventura para mí, porque en acabándose de aniquilarse y sosegar las potencias, las pasiones, apetitos y aficiones de mi alma, con que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y operación humana mía a operación y trato de Dios. Es a saber, mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino; porque uniéndose por medio de esta purgación de Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina sabiduría con que se unió. Y la voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque unida en el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza de Espíritu Santo, y así la voluntad ya acerca de Dios no obra humanamente; ya ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprehensiones eternas de gloria” (2N. 4, 1-2).

 

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