martes, 25 de mayo de 2021

Fallece Dª. Asunción Merino, esposa del siervo de Dios Víctor Rodríguez

Víctor y Asunción con su nieta Laura


El día 22 de mayo, a las dos de la tarde, falleció la esposa de Víctor Rodríguez, Dª. Asunción Merino, en el Hospital de Medina del Campo.

Había nacido en bustillo de la Vega (Palencia) el 9 de julio de 1926 y contrajo matrimonio con Víctor Rodríguez el 24 de julio de 1948 en el Santuario de Nuestra Señora del Valle de Saldaña. Desde ese momento hasta el de la muerte de Víctor, permanecieron siempre muy unidos y se convirtió en la colaboradora fiel que hizo posible la santidad de Víctor.

Su muerte ha sido verdaderamente ejemplar y no tiene una explicación sin una ayuda especial de su esposo desde la casa del Padre, por las circunstancias que se dieron.

Nada más ingresar en el hospital, lo primero que pidió con insistencia, hasta que lo consiguió, fue que le administraran el sacramento de la Unción de los enfermos sin demora. A su hija Begoña que la acompañó en todo momento, la insistía en que tenía que ser “ya”, por lo que tuvo que suplicar el párroco que le hiciera ese favor. El párroco, que podía entrar en el hospital en estos tiempos de pandemia por ser también capellán del hospital, aunque era ya muy tarde y no goza de buena salud, inmediatamente se fue al hospital y la administró la Unción de enfermos.


Asunción en su hogar hablando por teléfono.


 
Al día siguiente le llamaron de casa de su cuñada Gloria para animarla y al preguntarla cómo llevaba la enfermedad, respondió que estaba preparando el viaje. Entonces la preguntaron de qué viaje se trataba y qué estaba preparando, a lo que contestó: “Estoy preparando mi último viaje”.

Durante los pocos días que permaneció interna, rezaba todos los días el Rosario, besaba con devoción las cuentas del Rosario y seguía por Radio María otras devociones.

Aprovechó también para dar instrucciones a su hija Begoña de cómo quería que la amortajaran, para lo que entablaron un entrañable diálogo en el que manifestó que deseaba que fuera con un camisón rosa prácticamente sin estrenar, porque consideraba que era el más bello y pidió a su hija que la peinara muy bien. Así quería presentarse ante el Señor. Begoña, en ese clima tan positivo ante su tránsito añadió: “Mamá, y te pondré a la cabecera un frasco de colonia”. A lo que dijo: No, eso no es necesario.

La doctora que la atendía, al comprobar que dada gravedad de la enfermedad fallecería en pocos días, permitió que sus hijos pudieran visitarla para despedirse de ella, y lo hizo con el propósito de sedarla para que se muriera lentamente y sin sufrimiento. Al proponérselo a Begoña, se opuso rotundamente y dijo a la doctora que lo hablara con Asunción, que efectivamente también se opuso. Solamente admitió que la administraran calmantes para hacer llevadera la sensación de ahogo al no poder respirar, y es lo que en definitiva se hizo.

 

Asunción en el Hospital con dificultad para respirar.

Para que nada faltara, pidió que cuando falleciera encargaran por ella las “misas gregorianas” y que se las aplicasen en el desierto de Las Batuecas, donde Víctor pasó parte de sus vacaciones durante varios años.

Así, consciente, valiente y llena de esperanza entregó su vida al Señor, con el Santo Escapulario sobre su pecho el sábado día 22 de mayo, por lo que tuvo la dicha de disfrutar no solamente del principal privilegio del Escapulario del Carmen: “El que muera con él no padecerá las penas del infierno”; es decir, que se salvará, sino también del “privilegio sabatino” de dicho Escapulario que dice: “El que muera con él puesto y haya rezado todos los días tres avemarías con esa intención, saldrá del purgatorio a más tardar al sábado siguiente de su muerte según la promesa de la Virgen”. ¡Qué mejor bendición al final de su vida!

Finalmente, su misa de entierro no fue de funeral de difuntos, sino de la Fiesta de Pentecostés, celebrada con toda solemnidad con seis sacerdotes concelebrando y resaltada con cánticos  dirigidos por unas religiosas Hermanitas de los pobres desamparados. El Señor premiaba así a su hija Asunción que tanto había ayudado a Víctor a alcanzar la santidad. Y seguro que Víctor intercedió para que así de hermosa fuera su muerte.

 

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