sábado, 11 de enero de 2020

Florecillas. Misas gregorianas.

San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia


Entre las obras de caridad y amor fraterno podríamos citar cómo Víctor encargaba las Misas Gregorianas cuando fallecía algún familiar y prefería que las dijesen en algún monasterio
. (Vida impactante… p. 109).

Se llaman misas gregorianas a las que se ofrecen treinta días seguidos por algún difunto. Se debe esta práctica a lo que refiere San Gregorio Magno relacionado con el monje Justus, que falleció en Roma en el monasterio de San Andrés y no fue sepultado en el cementerio de la abadía por haberse quedado con un donativo sin permiso del abad. San Gregorio recapacitó y pidió que se celebrasen por él treinta misas consecutivas y al terminarlas, Justus se apareció a un compañero anunciándole que había sido liberado de las llamas del purgatorio.

Víctor conocía esta práctica y estaba convencido de su eficacia. Pero, ¿Por qué ese interés por encargarlas por sus familiares o aconsejarlas a sus amistades?

Sin duda lo hacía movido por su caridad para con los difuntos que pudieran estar padeciendo en el purgatorio, para que el Señor les liberase de sus sufrimientos y les llevase cuando antes a gozar de su presencia. Pero hay un hecho familiar, sucedido cuando él era joven, que pudo influir para que practicase y recomendase esta obra de caridad con los difuntos.

Celebrando una misa gregoriana

En el Soto, un pueblo de la provincia de León, falleció, víctima de los golpes que le dieron, un cuñado de su padre. Para acompañar y ayudar a la viuda acudió una hermana de su esposa que tuvo una tremenda experiencia. Cuantas veces intentaba entrar en la iglesia para orar por el fallecido, otras tantas se lo impedían fuerzas invisibles. Todos creían que se trataba de una alucinación, por lo que un grupo de hombres forzudos intentaron introducirla y no pudieron. Ese día sintió que debía ir al cementerio para encontrar explicación de lo que sucedía y allí salió del sepulcro el difunto, todo deformado por los golpes, suplicando que ella y su esposo fueran andando hasta el santuario de Nuestra Señora del Camino en León y allí ofrecieran una misa para liberarle de las penas del purgatorio.

Efectivamente ofrecieron una misa y al final, el difunto se la presentó ya glorioso. Fue una experiencia terrible que la acompañó toda la vida. Es muy probable que este suceso influyera en su preocupación por los difuntos  para que a ninguno le faltasen las plegarias y oraciones; pero, como lo más importante que podemos ofrecer a Dios por ellos es el sacrificio de la misa, Víctor trataba de que se lo ofreciesen cuanto antes.

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