Míos son los cielos y mía es la tierra. |
Se
celebró ayer la solemnidad de San Juan de la Cruz, a quien Víctor leyó y leyó
hasta identificarse con su espiritualidad para poder ponerla en práctica. Buena
prueba de ello son las palabras de Víctor que ponemos a continuación como
homenaje a su Maestro, por las que podrán comprobar como algunas de sus
experiencias, las expresa casi con las mismas palabras del Santo. Se trata en
concreto de la experiencia de poseer y disfrutar de todo cuanto existe, porque
Dios nos lo ha dado todo a través de Cristo.
Dice
Víctor: “La Santísima Trinidad mía es y todas las criaturas también.
Los cielos míos son. Los ángeles y los santos también. La Santísima Virgen,
Madre de Dios, mía es. Las gentes buenas o malas mías son. Tierra, aire, agua y
sol míos son, porque Dios es mío y para mí”.
Las gentes buenas o malas, mías son. |
Son
como un resumen de la “Oración del alma enamorada” de San Juan de
la Cruz, una de las oraciones más bellas que se conocen, en que el santo
místico y poeta ha plasmado su gratitud
y su alabanza al Dios que nos ha dado todo en Cristo. Disfruten y hagan propia esta
oración:
“¡Señor
Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te
ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más
quiero, y ejercita tu bondad y
misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para
por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tu
quisieres aceptar y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas,
clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia
y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo (moneda de
ínfimo valor) pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres…
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me
diste en tu único Hijo, Jesucristo, en quien me diste todo lo que quiero. Por
eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con
qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?
La Madre de Dios y el mismo Dios, míos son. |
Míos
son los cielos y mía es la tierra. Mías son las gentes, los justos son míos y
míos los pecadores. Los ángeles son míos, y la Madre de Dios, y todas las cosas
son mías. Y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para
mí.
¿Pues
qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te
pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre”
(Dichos de Luz y Amor 25).
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