sábado, 8 de diciembre de 2018

Habla Víctor. Inmaculada Concepción.


 Inmaculada Concepción de Murillo


Virgen Santa Madre de Dios. Por todos los día 3 avemarías rezar y el escapulario llevar, de muerte natural varias veces me libraste. En este caminar que tantas veces caí, una tras otra me ayudaste a salir, hasta llegar a alcanzar rectamente caminar y de tu Hijo enamorar”.

Aprovechamos este día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María para felicitarla y darla gracias, como lo hace Víctor, por tantas gracias como vamos consiguiendo a lo largo de nuestra vida por la presencia maternal de María que siempre esta junto a nosotros para levantarnos en las caídas y curar nuestras heridas.

Inmaculada Concepción de Velázquez.

Es posible que no tengamos que agradecer a María, como lo hace Víctor, el habernos librado varias veces de la muerte, pero es más que probable que haya intervenido, sin darnos cuenta, en determinadas circunstancias de nuestra vida, como salir ilesos de un accidente que atribuyamos a la casualidad lo que pudo ser su ayuda providencial. La experiencia de Víctor a los dos años, cuando le tomó de la mano y le volvió a la vida es única e inolvidable, pero hay otras más sencillas que nos pueden pasar desapercibidas.

Pero seguro que sí tenemos que lamentar frecuentes caídas morales, por no decir diarias, y que agradecer a María su ayuda para levantarnos. La petición que todos los días la hacemos: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la Hora de nuestra muerte” siempre es escuchada y por eso el Señor nos da valor para levantarnos. Si esa protección la sentimos a diario, ¿qué no hará a la hora de nuestra muerte para conseguir nuestra salvación?

Inmaculada Concepción del Greco.

Víctor no se limita a dar gracias a María por ayudarle a conseguir el perdón de sus caídas, sino que la agradece su ayuda para salir de esa situación de caídas permanentes para poder correr por el camino que le llevó a Cristo para enamorarse de Él. Con la ayuda de María podemos conseguirlo. Lean sino lo que dice San Bernardo:

“Si eres agitado por el viento de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impelen involuntariamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás, si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María” (Homilía  sobre la Virgen Madre).


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