Inmaculada Concepción de Murillo |
“Virgen
Santa Madre de Dios. Por todos los día 3 avemarías rezar y el escapulario
llevar, de muerte natural varias veces me libraste. En este caminar que tantas
veces caí, una tras otra me ayudaste a salir, hasta llegar a alcanzar
rectamente caminar y de tu Hijo enamorar”.
Aprovechamos
este día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María para felicitarla
y darla gracias, como lo hace Víctor, por tantas gracias como vamos consiguiendo
a lo largo de nuestra vida por la presencia maternal de María que siempre esta
junto a nosotros para levantarnos en las caídas y curar nuestras heridas.
Inmaculada Concepción de Velázquez. |
Es
posible que no tengamos que agradecer a María, como lo hace Víctor, el habernos
librado varias veces de la muerte, pero es más que probable que haya
intervenido, sin darnos cuenta, en determinadas circunstancias de nuestra vida,
como salir ilesos de un accidente que atribuyamos a la casualidad lo que pudo
ser su ayuda providencial. La experiencia de Víctor a los dos años, cuando le
tomó de la mano y le volvió a la vida es única e inolvidable, pero hay otras
más sencillas que nos pueden pasar desapercibidas.
Pero
seguro que sí tenemos que lamentar frecuentes caídas morales, por no decir
diarias, y que agradecer a María su ayuda para levantarnos. La petición que
todos los días la hacemos: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la
Hora de nuestra muerte” siempre es escuchada y por eso el Señor nos da
valor para levantarnos. Si esa protección la sentimos a diario, ¿qué no hará a
la hora de nuestra muerte para conseguir nuestra salvación?
Inmaculada Concepción del Greco. |
Víctor
no se limita a dar gracias a María por ayudarle a conseguir el perdón de sus
caídas, sino que la agradece su ayuda para salir de esa situación de caídas
permanentes para poder correr por el camino que le llevó a Cristo para
enamorarse de Él. Con la ayuda de María podemos conseguirlo. Lean sino lo que
dice San Bernardo:
“Si
eres agitado por el viento de la soberbia, si de la detracción, si de la
ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María. Si la
ira, o la avaricia, o el deleite carnal impelen involuntariamente la navecilla
de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de
tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por
el horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la
tristeza, el abismo de la desesperación, piensa en María. En los
peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No
se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para
conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su
virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te
perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás, si te
protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás
felizmente al puerto si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con
cuánta razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María”
(Homilía sobre la Virgen Madre).
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