Grupo de monaguillos |
Los
padres de Víctor siempre fueron de las personas más cercanas y colaboradoras de
los párrocos, todos ellos muy estimados en el pueblo. Dada esa cercanía y trato
amistoso con los párrocos, fue normal que sus hijos fueran solicitados como
monaguillos, como en el caso de Víctor.
Era
muy poco lo que tenían que hacer, pero contribuían con su presencia a resaltar
las celebraciones litúrgicas. Las cosas que solían hacer eran las siguientes: Acompañar
al sacerdote desde la sacristía hasta el altar, responder al sacerdote en las
oraciones introductorias que se hacían en latín y los niños se aprendían las
respuestas de memoria sin saber lo que decían, cambiar el misal de la derecha
del altar a la izquierda al llegar la lectura del evangelio, presentar las
vinajeras en el ofertorio y luego ayudarle en el lavatorio de las manos; tocar
la campanilla en el momento de la consagración y elevar un poco la casulla del
sacerdote por detrás en el momento de la elevación; asistirle con una bandeja
al dar la comunión y acompañar de nuevo al sacerdote hasta la sacristía. Hoy todo
esto nos parece extraño, pero así se hacía y así lo hizo Víctor con mucha
devoción.
También
solían tocar por turno las campanas para convocar a los fieles, pues no tenían
reloj y era el modo de saber cuando comenzaba la Misa. Esto les encantaba a todos
los monaguillos. Debajo de la torre había una soga conectada al badajo de la
campana y desde allí se tocaba tres veces para que los fieles se fueran
preparando. La primera cuando el sacerdote llegaba a la Iglesia. Tras un toque
prolongado, terminaba con un toque separado. La segunda, unos minutos más
tarde, terminaba con dos campanadas. La tercera y definitiva concluía con tres
campanadas e indicaba que el sacerdote ya iba a iniciar la celebración.
A
muchos niños les encantaba ser monaguillos y participar, pues de esa forma se
les hacía más breve la estancia en la iglesia y además solía el párroco compensarles
con alguna moneda o caramelos como propina.
Era
muy frecuente que, aprovechando algún descuido del párroco, se bebieran algo del
vino de la misa. Es muy probable que, aunque Víctor fuera de los formales,
también lo hiciera alguna vez. Y para que no se notase, añadían algo de agua al
vino. Ha sido una práctica general.
Monaguillos alzando la casulla por detrás en el momento de la elevación. |
Lo que seguro no hizo, ni nada parecido, es lo que sí hizo años más tarde su hermano José Francisco, hoy edificante sacerdote carmelita. Siendo monaguillo, su padre le mandó que fuera a Saldaña, distante poco más de dos kilómetros a que comprara una reja para el arado. Muy obediente se acercó a Saldaña y compró la reja, pero antes de regresar se metió en una cantina en que estaban varios mozos de Quintana que le invitaron a beber, y como le gustaba el vino, le emborracharon.
Al
regresar tuvo que hacer de monaguillo en un entierro y le tocó llevar la Cruz
desde la casa del difunto hasta el cementerio. Iba tambaleándose por el camino
y al llegar junto a la tumba, mientras se hacían las últimas oraciones, su
padre tuvo que acercarse y sostenerle para que no se cayera dentro de la tumba.
Al terminar el entierro su padre le dijo: Anda, vete a casa a que se te pase la
mona (borrachera). Cómo estaría, que lo que le contestó fue: Ya la he dejado en
casa.
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