“El primer recuerdo que tengo de mi hermano Víctor data de
mi infancia. Él y yo dormíamos juntos, y él, lo primero que hacía al levantarse
era ponerse de rodillas y rezar ante un crucifijo que había a la cabecera de la
cama, cosa que a mí me edificaba, aunque no le imitaba”. José Francisco
Rodríguez
Santa Teresa de Jesús inicia su autobiografía con estas
palabras: “El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo
no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía para ser buena… Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la
virtud; tenían muchas”.
Se da la coincidencia de que Víctor comienza su autobiografía
con palabras semejantes: “Los padres que Dios me dio, tanto me quisieron,
que hijo de la Iglesia me hicieron. Esta me recibió. El bautismo me otorgó. Aún
no sabía andar y en brazos a misa me llevaban. En familia todos los días el
rosario se rezaba”.
Si en Teresa de Jesús la vida cristiana de sus padres la
marcó para toda su vida, otro tanto podemos decir de los padres de Víctor. Su
religiosidad, su devoción, su asistencia a todos los actos de la parroquia, su
entrañable amor a los pobres, etc., marcaron la infancia y juventud de Víctor.
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