Solemnidad de todos los Santos. |
Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebra en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón.
Ayer celebramos el día de todos los Santos, no sólo de los santos oficialmente reconocidos por la iglesia como tales, sino de todos los que han conseguido la salvación y se encuentran en el reino de los cielos, entre los que se encuentran nuestros seres queridos que nos han precedido en ese encuentro con Señor, como es el caso de Víctor, ya reconocido por la Iglesia como Siervo de Dios.
San Bernardo, al celebrar la festividad de todos los Santos se hace esta pregunta: “¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en nuestro provecho, no suyo”.
El primer provecho es que esta fiesta, al recordar a lo santos que ya gozan de felicidad para siempre, suscita en nosotros el deseo de encontrarnos con ellos en el cielo para siempre. ¡Que alegría encontrarnos con todos nuestros seres queridos, para siempre en la casa del Padre que nos concede la felicidad plena.
El segundo provecho es que, el ejemplo de esos santos, nos debe estimular a seguir a Cristo, como ellos lo hicieron mientras vivieron entre nosotros. Si ellos siguieron a Cristo, ¿porqué no hacer nosotros lo mismo?
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