Raquel y Carlos con sus abuelos Víctor y Asunción el día de su primera comunión. |
¡Alabado sea Jesucristo! Querida nieta muy amada por serlo y
por haber escogido el camino del Carmelo. Por tus cartas veo la alegría que
tienes en tu corazón, que día a día sea este camino tu fin. A la soledad me fui
a orar, en silencio me quedé, lo que allí pasó ni lo supe ni lo sé; pero sí lo
mucho que gané.
Víctor no pudo disimular la alegría de que su primera nieta
eligiera consagrar su vida al Señor, y además lo hiciera en el Carmelo, al que
también el pertenecía, aunque como carmelita descalzo seglar.
La quería mucho por ser su primera nieta. Raquel, en un
escrito para el homenaje que hicieron a Asunción algunos hijos y nietos para
celebrar su primer cumpleaños después del fallecimiento de su marido Víctor,
recuerda con emoción detalles que Víctor tenía con ella cuando la visitaba con
frecuencia en su casa de Móstoles siendo niña. Jugaba con ella en casa, la
sacaba a pasear, la montaba en los columpios, la llevaba a la catequesis, etc.,
y en medio de esas actividades, aprovechaba de forma natural para hablarla de
que Dios la quería muchísimo, de que la Virgen María la protegía siempre, etc.
Ese amor a su nieta aumentó cuando eligió consagrarse al
Señor en el Carmelo, lugar más apropiado para su santificación, pero no
solamente por haber elegido ese camino, sino porque en ese camino había
encontrado la verdadera alegría, la alegría que sólo Dios puede dar.
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