Raquel con sus abuelos Víctor y Asunción el día de su ingreso en el Carmelo de Sabarís. |
En la soledad del Carmelo, día a día irás creciendo en el
amor. El Espíritu Santo te guiará en silencio divino que es como se manifiesta
y en silencio tienes que poner el alma para escuchar el susurro divino. Así le
escuchó el profeta Elías, cuando no le encontró en el viento huracanado y los
grandes truenos.
La carta de Víctor a su nieta, es la de un director
espiritual, y pocos directores espirituales encontraremos tan capacitados para
dar consejos tan certeros. Basándose en lo que se dice en el Primer libro de
los Reyes, capítulo 19, versículos 11 al 16, acerca de la visión que el profeta
Elías tuvo de Dios, dice a su nieta que, “en la soledad del Carmelo, el
Espíritu santo la guiará en silencio divino, que es como se manifiesta y en
silencio tiene que poner el alma para escuchar el susurro divino”.
Efectivamente, en el libro de los Reyes se habla de que Dios
le pidió a Elías que se pusiese de pie en el monte Horeb porque Él iba a pasar.
Vino un viento huracanado que hacía trizas las peñas, pero en el viento no
estaba el Señor. Después un terremoto, pero en el terremoto tampoco estaba el
Señor. Después vino una brisa suave y Elías se tapó el rostro y oyó que Dios le
decía: ¿Qué haces aquí Elías?
San Juan de la Cruz, su maestro, en Dichos de Luz y Amor,
tiene esta sentencia que Víctor conocía muy bien: “Una palabra habló el
Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio
ha de ser oída del alma”.
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