Perros caminando por el campo con su dueño. |
Víctor manifestó desde joven una delicadeza especial con los animales domésticos, que a su vez correspondían con gratitud a su trato. Ante él, se sentían protegidos, pues ni los maltrataba ni los daba voces. Se dio el caso concreto con una vaca muy trabajadora, pero difícil de dominar, pues era muy agresiva e incluso peligrosa, y de vez en cuando embestía a los que la maltrataban, pero con él siempre se mostraba sumisa.
Cuando se dedicó a la avicultura, trataba a las gallinas con
esmero y procuró conseguir los medios más modernos para evitar sus enfermedades
y que los gallineros fueran confortables.
Pero donde se vio con claridad ese amor de Víctor a los
animales, fue durante su estancia en Velillas del Duque, donde los animales,
especialmente los perros, se acercaban a él con toda confianza. En su hogar no tenía ni perros ni gatos, pero
eran muchos los perros que se acercaba a él, y no porque les diese algo de
comer, sino porque percibían su paz, y por eso se acercaban a él, incluso
cuando le acompañaban sus nietos traviesos.
Víctor recordaba con regocijo la escena que se repetía con su
nieto Ignacio cuando le llevaba de paseo hasta la orilla del río Carrión y un
perro les seguía como suelen hacer con sus amos. Ignacio le lanzaba piedras y
el perro corría a encontrarlas para cogerlas en la boca. El niño exclamaba
admirado: “Mira abuelo, y se las come”. ¡Cómo disfrutaba Víctor con la
ingenuidad de su nieto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario