Víctor con su esposa Asunción orando en la capilla de las Carmelitas de Sabarís |
“Todos los días asistía a la misa, e incluso sabemos que era
frecuente que fuera una segunda vez por la tarde a la parroquia. Encontrándose
una vez allí, al igual que él, oyendo misa por segunda vez, una antigua
demandadera nuestra, comentaba a su hija carmelita: ¡Vaya qué piadoso es ese Víctor!”. Carmelitas Descalzas de Sabarís.
Víctor fue un cristiano piadoso, no sólo porque acudiera
asiduamente a los actos religiosos, que es como lo entendemos generalmente,
sino en el sentido pleno que esa palabra tiene en el Nuevo Testamento, tal como
se explica en: “VINE. Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y
del Nuevo Testamento exhaustivo”, del que tomamos estas palabras:
“Un análisis completo de la piedad (piadoso) neo-testamentaria,
incluiría la expresión práctica de la fe, de una vida de arrepentimiento, de
resistencia a la tentación, y de mortificación del pecado; en hábitos de
oración, acción de gracias, y observancia reverente de la Cena de Señor; en el
cultivo de la esperanza, el amor, la generosidad, el gozo, el control de uno
mismo, la paciencia para sufrir las tribulaciones, y la satisfacción con lo que
se tiene; en la búsqueda de la honestidad, la rectitud y el bien de los demás
en todas las relaciones humanas; en el respeto a la autoridad divinamente
constituida en la iglesia, el estado, la familia y el hogar. Todas estas
actitudes y prácticas constituyen exigencias de Dios y lo glorifican”.
Así fue la piedad de Víctor. Por eso
fue un hombre muy piadoso.
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