Víctor en Sabarís el día de la entrada de su nieta Raquel en las Carmelitas Descalzas. |
“La intensa vida espiritual de Víctor, se manifestaba en obras continuas de caridad. Era conocido y querido después de tantos años veraneando en el pueblo por mucha gente de Sabarís, que ciertamente veían en él a un hombre recto y de Dios, yendo a visitar con frecuencia a algunos enfermos, como a la madre de una de nuestras hermanas que estaba encamada y vivía en una aldea de por aquí. Él era cercano a todos, manteniendo conversación con todos, obreros, demandadera, taxista…” Carmelitas Descalzas de Sabarís
“Obras son amores y no buenas razones”, dice un refrán
castellano, y Víctor lo puso en práctica, haciendo todo lo que pudo por los
demás, especialmente por los más necesitados, como son los pobres y los
enfermos. De ahí que, su intensa vida espiritual, su diálogo frecuente con Dios
a través de la oración, se tradujera en amar y ayudar a los demás.
Conocía muy bien las palabras del Señor: “No basta andar
diciéndome: “¡Señor, Señor!”, para entrar en el reino de los cielos, sino poner
en práctica el designio de mi Padre del cielo. Aquel día muchos me dirán:
“¡Señor, Señor!, ¡si hemos profetizado en tu nombre y hecho muchos milagros en
tu nombre!”. Y entonces yo les declararé: “Nunca los he conocido. “¡Lejos de
mí, los que practican la maldad”. (Mt. 7, 21-23).
Víctor, por sus obras, es de los que se encontrará en el
grupo de los que escucharán el día del Juicio final estas gozosas palabras del
Señor: “Venid, benditos de mi Padre: heredad el reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo.…, porque estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y
me visitasteis”.
Y esa son las palabras que esperamos escuchar también
nosotros, que en esta vida alabamos al Señor y tratamos cumplir su voluntad
haciendo el bien.
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