Begoña como Misionera de la Caridad con su padre, dos cuñadas y varios sobrinos. |
Se les llega a dominar con las virtudes contrarias: Que te
gusta una cosa agradable, aunque no te haga ningún mal verla, si te mortificas
y no la ves, mejor. El oído es muy curioso y le gusta enterarse de todo cuanto
ocurre, sobre todo si son cosas de los demás que se descubren; pues no tener
curiosidad de oír nada de nadie, y si forzosamente hay que hacerlo, estar
rogando a Dios por la persona de la que se está hablando.
En la comida igualmente luchar por comer aquello que menos
guste. El olfato siempre está inclinado a lo bueno, como todos los sentidos.
Hay que inclinarse y aprovechar a oler fuertemente cuando hay algo que huele
mal. Todas estas cosas al principio cuestan mucho, pero luego se hacen
ordinarias.
Sigue la doctrina que su maestro San Juan de la Cruz, resume
en dos consejos para vencer los aptitos, que figuran en “Dichos de Luz y
Amor”, que dicen:
“Para vencer los apetitos, traer un ordinario apetito de
imitar a Jesucristo en todas sus obras, conformándose con su vida, la cual debe
considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como el se hubiera.
Para poder hacer esto, es necesario que cualquier apetito o
gusto, si no fuere puramente por honra y gloria de Dios, renunciarlo y quedarse
en vacío por amor del que en esta vida no tuvo ni quiso más de hacer la
voluntad de su Padre, la cual llamaba su comida y su manjar”.
Curiosa y llena de caridad la observación que hace Víctor al
indicar cómo debemos proceder cuando no tenemos más remedio que escuchar críticas
de vidas ajenas: “Estar rogando a Dios por la persona de la que se está
hablando”.
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