Víctor y Asunción orando en la Iglesia de las Carmelitas en Sabarís, |
Nosotras siempre le llamábamos “Hermano Víctor”, por
pertenecer a la Orden Tercera o Carmelo Seglar. Ya era una relación entrañable
desde hace tantos años la que tenía con este Carmelo por su amor grande a la
Orden, por tener dos hermanos carmelitas y con el tiempo, una hija y una nieta
aquí.
Venía con su familia todos los veranos, pues solían pasar
todo el mes de septiembre aquí y veíamos año a año su evolución, incluso parece
que Dios quiso que viniera a despedirse el verano anterior a su fallecimiento,
con gran alegría por nuestra parte. CARMELITAS DESCALZAS DE SABARÍS.
Varios años antes de que su hija Eva ingresara en el
monasterio de Sabarís para iniciar su vida religiosa, ya visitaba Víctor este
monasterio aprovechando las vacaciones que solía pasar en esta localidad,
debido a que, Asunción, su esposa, necesitaba el agua y la brisa del mar para reponer
su salud.
Víctor se acercaba todas las mañanas para asistir a misa y
permanecer largo tiempo en oración. De vez en cuando pasaba al locutorio para
hablar con la superiora y con la comunidad con la que estableció verdadera
amistad. De ahí que pronto pasaran a conocerle como “el hermano Víctor”, título
que no daban a otros carmelitas seglares, pues para ellas se había convertido
en un miembro más de su familia.
Eso mismo le sucedía cuando visitaba el Desierto de San José
de Las Batuecas, donde los religiosos también le llamaban “hermano Víctor” y le
permitían participar con ellos en todos los actos como un ermitaño más.
¿Por qué se dirigían a él como hermano Víctor, en
lugar de, Señor Víctor o Don Víctor? Porque dadas su humildad, sencillez
y sensibilidad cristiana, fácilmente se adaptaba y se identificaba con quienes
consagraban su vida a Cristo.
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