Víctor en el locutorio de las carmelitas de Sabarís con su hijo José, con Consuelo, su nuera y con su nieto Ignacio. |
Esperando para entrar en el locutorio, a veces se cruzaba con
nuestros sacerdotes y nuestros bienhechores, causando en ellos una impresión
especial… En una de esas ocasiones, antes de entrar a vernos, se encontró con
un sacerdote con el que mantuvo una breve conversación, y éste, al saludar a la
comunidad, nos comentó: “ese hombre un místico”, y estaba admirado de él. (Carmelitas Descalzas de Sabarís)
Bastó un breve coloquio con Víctor antes de que el sacerdote
pasara al locutorio para hablar con las religiosas, para que tuviera la
impresión de que había conversado con un verdadero místico, y es que, como dice
el refrán: De la abundancia del corazón habla la boca.
Que esto lo hubiera dicho del P. Jacinto María, carmelita
descalzo que visitaba de vez en cuando a la comunidad, hubiera sido muy normal,
pues además de ser un auténtico místico, por su apariencia no podía
disimularlo, ya que vestía un humilde hábito, caminaba con pobres sandalias, la
vista recogida y hablaba siempre de Dios.
Pero lo dice de Víctor, un laico con el que se encuentra por
primera vez, padre de una novicia desconocida en ese tiempo. ¿Qué
experiencia tendría para sentirse impulsado a manifestarla inmediatamente a la
comunidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario