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Monaguillo abriendo la procesión con la cruz procesional. |
El P. José Francisco, el iniciador del proceso de canonización de su hermano Víctor, fue en su infancia un niño pillo y travieso en exceso, pero simpático. Cuando regresó al pueblo a cantar su primera misa, todos le recordaban con gozo sus múltiples travesuras.
Una de las más sonadas, es la siguiente.
Cuando tenía unos ocho años, le mandó su padre a Saldaña, que dista unos dos kilómetros, a que comprara una reja que necesitaba para el arado. Efectivamente se fue a Saldaña y compró la reja, pero ir a Saldaña suponía pasar por la casa y cantina del tío Benigno. Así es que allí entró nada más comprar la reja, pero se encontró con unos jóvenes del pueblo que estaban tomando unos tragos que le invitaron a que les acompañara. No se hizo de rogar. Se sentó y charló con ellos mientras le hacían preguntas y le animaban a beber para emborracharle.
Cuando ya se había pasado de tragos inició el regreso a Quintanadiez haciendo eses por el camino, y al llegar al pueblo oyó tocar las campanas para un entierro, así es que dejó la reja en casa y se fue a la iglesia para hacer de monaguillo. Revestido de monaguillo le dieron la cruz procesional para que acompañara al párroco al cementerio. Al llegar a la sepultura, se tambaleaba junto con la cruz dando muestras de estar embriagado y corría riesgo de caer con la cruz en la sepultura.
Al verle así, Víctor, posiblemente por orden de su padre, que estaba pasando mucha vergüenza, se acercó por detrás y se abrazó a él y a la cruz, para impedir la tragedia y el bochorno familiar. Su padre, consciente de que los culpables eran quienes le emborracharon, se limitó a decirle: Vete a casa a dormir la mona (borrachera).
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