Foto de Víctor y Asunción. |
Se dice que detrás de un gran hombre, siempre hay una mujer y
eso pasa con nuestra queridísima Hª. Asunción, la esposa de Víctor,
colaboradora fiel en sus empresas de apostolado, educación de los hijos y sobre
todo, en el camino de la santidad. ¡Cuánta falta hace en nuestra sociedad
matrimonios así! Carmelitas Descalzas de Sabarís
Muchos de los jóvenes que se acercan a recibir el sacramento
del matrimonio, eligen para la celebración litúrgica de entre las lecturas de
la Biblia estas palabras de elogio hacia la que puede considerarse la esposa
ideal, que encontramos en el Eclesiástico:
“Dichoso el marido de una mujer buena: se doblarán los años
de su vida. Mujer hacendosa hace prosperar al marido, y le hará feliz toda su
vida. Mujer buena es buen partido que recibe el que respeta al Señor: sea rico
o pobre, estará contento y tendrá cara alegre en toda sazón. La belleza de la
mujer deleita al marido, su prudencia lo robustece; mujer discreta es don del
Señor; no se paga un ánimo instruido; mujer modesta duplica su encanto; no
tiene precio un ánimo dueño de sí. El sol brilla en el cielo del Señor, la
mujer bella en su casa bien arreglada”. (Eclo. 26, 1-4,13-16).
Asunción fue la esposa ideal que nos describe el
Eclesiástico, pues amó entrañablemente a su marido, “en las alegrías y en las
penas, en la salud y en la enfermedad, hasta el momento de su muerte”. Sin su
amor y colaboración, Víctor no hubiera podido dedicar tantas horas a la
oración, ni desarrollar su apostolado, especialmente con los enfermos.
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