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Modelos de algunas taquillas hoy día. |
“En la fábrica nunca dejaba la taquilla cerrada y en
varias ocasiones se dejó el sueldo en ella. Cuando yo se lo pedía, decía que se
le había olvidado y al día siguiente siempre lo encontraba intacto”
(Asunción).
En todas las fábricas solían tener armarios individuales, a
los que se denominaban taquillas, para que cada obrero tuviera un pequeño lugar
donde colocar y proteger sus efectos personales, y la fábrica Embotelladora de
Pepsi-Cola en la que trabajaba Víctor, no fue excepción. Allí dejaba
fundamentalmente ropa para cambiarse al finalizar la faena, el bocadillo para tomar durante el descanso y
el libro del Oficio Parvo de la Viren que rezaba diariamente, pero como podemos
comprobar también dejaba alguna vez el cobro de su nómina.
Todos sus compañeros tenían una taquilla como él, pero siempre
la cerraban con la llave cuando regresaban a sus casas y especialmente cuando
dejaban algo de valor, mientras que Víctor nunca cerraba, ni siquiera cuando
recibía la paga mensual, que, dados sus despistes, podía permanecer allí
algunos días, hasta que su esposa se lo recordaba.
En el Kempis encontramos sentencias que nos pueden ayudar a
comprender el por qué de esta conducta, como la que dice: “El hombre
bueno y pacífico todas las cosas echa a buena parte. El que está en buena paz
de ninguno sospecha. El descontento y alterado, con diversas sospechas se
atormenta; ni él sosiega ni deja descansar a los otros” (Imitación de
Cristo, libro 2, cap. 3).
Víctor, incapaz de robar ni de hacer mal a nadie, no podía ni
siquiera imaginar que otro lo hiciera, y al ni siquiera plantearse la
posibilidad de sospechar en los demás, ¿para qué cerrar la taquilla?
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