"La paciencia todo lo alcanza. Sólo Dios Basta". Santa Teresa de Jesús. |
Es la virtud contra la ira, que es hija predilecta de la
soberbia. Se puede afirmar que es manifestación de esta; solamente es combatida
con su contraria la paciencia. El Señor afirma que “con la paciencia salvaremos
nuestras almas” (Lc 21, 19). Se debe de cultivar y actualizar en todo momento,
ya que siempre se precisa. Por mucho que nos ofendan, no sentirse ofendido,
incluso cuando sean calumnias graves, estas servirán para fortalecernos en
ella. Si de verdad conociesen nuestras maldades, ya tendrían motivos de hablar
mal de nosotros, e incluso obrar en este sentido. La paciencia es el espejo
exterior del alma. De momento las otras virtudes las dejamos, con estas dos que
se cultiven llevan tras sí a las otras.
¿Quién no conoce la poesía de Santa Teresa titulada: “Nada te
turbe”, a la que se ha puesto música y resuena en muchas celebraciones
litúrgicas? Y es que en pocas palabras plasma el valor de la paciencia. Dice
así: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda. La
paciencia, todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios
basta”.
“Por mucho que nos ofendan –dice Víctor- no sentirse ofendido,
incluso cuando sean calumnias graves. El abad San Doroteo explica el origen
de nuestras impaciencias y el modo de superarlas: “La causa de toda
perturbación consiste en que nadie se acusa a sí mismo. De ahí deriva toda
molestia y aflicción, de ahí deriva que nunca hallemos descanso; y ello no debe
extrañarnos, ya que los santos nos enseñan que esta acusación de sí mismo es el
único camino que nos puede llevar a la paz. Por más virtudes que posea un
hombre, aunque sean innumerables, si se aparta de este camino, nunca hallará el
reposo, sino que estará siempre afligido o afligirá a los demás, perdiendo así
el mérito de sus fatigas. El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda
clase de molestias, daños, ultrajes, ignominias y otra aflicción cualquiera que
haya que soportar, pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno
pierde la paz. Nada hay más apacible que un hombre de ese temple”.
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